Cenas románticas, fiestas de cumpleaños, vigilias y meditaciones. Sin duda, las velas son un elemento clave en algunos de los momentos más importantes de nuestra vida, pero ¿alguna vez te has parado a pensar en la compañía que nos hacen?
Ya sabéis que en mi opinión la luz y energía que desprende una vela de cera de abeja no es comparable con cualquier otra. La calidez y el brillo de su llama nos generan emociones y evocan sensaciones de una manera única y especial. Van más allá de representar luz y energía y sus efectos en nuestro estado de ánimo son claramente perceptibles.
No sé si a vosotras os habrá pasado alguna vez, pero yo a veces busco momentos para regalarme a mi misma, para cuidarme y mimarme por un trabajo bien hecho, después de un largo día o, simplemente, porque siento que me lo merezco y que quiero disfrutar del placer que me proporcionan las pequeñas cosas. Para algunas personas esta recompensa a veces consiste en comer algo dulce, comprarse un capricho, beberse una copa de vino o fumarse un cigarrillo; es decir, cosas que muchas veces asociamos a vicios. En cambio, para mi estos momentos de regalo consisten en encender una vela, observar su luz y respirar. Lento y profundo. Dejando que surja la calma y yo misma pueda tomar consciencia de mi recompensa.
Curiosamente, cuando empecé a hacer velas artesanales, mi madre, preocupada por mi estabilidad económica, no entendía cómo podía dejar un trabajo “estable” y dedicarme profesionalmente a la elaboración de velas. Sólo lo entendía como un hobby, pero no podía verlo como mi oficio. Ella solía encender velas, siempre de parafina, para su peticiones. Evidentemente, intenté acostumbrarla a dejar la parafina y a usar las de cera de abeja. Y así, tiempo después, en una ocasión vi que encendía una vela sin ninguna petición concreta, lo cual me extrañó bastante. Le pregunté por qué la había encendido, y ella respondió: Es que la LUZ de estas velas me hace compañía. Fue lo más hermoso que podía haberme dicho.
La llama encendida y danzante de las velas nos aporta fuerza, brillo y alegría. Incluso consuelo en momentos de tristeza. Y, más allá de las celebraciones o cenas románticas, si estamos solas en casa y encendemos una vela, lo más probable es que nos sintamos acompañadas por su calor y energía.
Así como lo hacía mi madre, y como hago yo cuando siento que lo merezco, os animo a probarlo. La próxima vez que estéis solas leyendo un libro, cocinando, o haciendo cualquier tipo de tarea, encended una de las velas que tengáis por casa y dejad que la llama os ilumine.